Las palabras altas, una voz elevada no siempre exponen todo lo que sienten. Las discusiones no llevan a ningún lugar más que a la oscuridad más profunda de nuestro ser. Y sin embargo nos empeñamos en tener razón, algunos en imponer sus ideas y convicciones sin importar las consecuencias. Y es como el “más fuerte” poco a poco se hace con los que callan y aguardan en silencio la oportunidad de expresar y dejar salir quienes son.
Abra quienes mueran en el reposo de su inconsciente, perdidos en laberintos creados para poder sobrevivir al aplastamiento de su energía. Pero también, aquellos inconformistas que crecen en las lagunas de su tristeza conseguirán aflorar y dar el salto, que les eleve a su voz aun quebrada pero decisiva para su libertad.
En ese momento comprendemos que el que ahogaba la existencia del “débil” muestras sus frágiles construcciones sin base sostenible de su deslealtad a sí mismo, y al declive de sus fuerzas injustas y autoritarias.
Porque el silencio es el grito más poderoso de aquellos que se fortalecen y se vuelven conscientes en un mundo que paso a paso debe dar lugar a la tolerancia y el respeto a las diferencias. Diferencias que no dañen a los demás, que no manipulen y extorsionen la belleza del Ser puro e inocente, carente de toda maldad.
Nos hacen especiales nuestras diferencias. Únicos aquellos “defectos” que sin tener conocimiento se vuelven virtudes. Pero tan sencillo como lo que nos hace excepcionales, aquello que a buen recaudo y encriptado bajo los miedos somos poseedores, lo que nos hace excepcionales es la nobleza de nuestro corazón; pureza del arte y estética de los sentimientos.
Porque un viaje por las emociones es tan intenso, que a veces nos obliga a tomar un respiro para obligarnos a discernir entre lo que realmente importa o no. Ya que cuando partamos todo lo que creemos ser se desvanecerá, y nos daremos cuenta que son meros instrumentos para nuestro viaje. Disfruta de cuanto portas y aprende cuanto sea necesario para dar el gran salto a otro nivel.